martes, 3 de agosto de 2010

Libertad cívica


La administración del Universo es una cuestión sencilla.
En el Infierno, como en toda institución financiera, el capital es importante. Todas las almas condenadas son contadas como efectivo por los cajeros demoníacos, y, a fines de mes, los demonios, según su rango en la jerarquía demoníaca, reciben su paga. Ésta consiste en un porcentaje de dinero infernal por cada alma que ayudó a corromper el demonio en la tierra. Mientras más almas ha enviado al infierno el demonio ese mes, más dinero recibe. Los informes son registrados por el Ministerio de Trabajo Infernal. El dinero es usado por el demonio para procurarse todo lo necesario en su infernal obra. Me refiero a cera para cuernos, alimento para demonio, y todo lo que un demonio respetable necesita. Sencillo, pulcro. Es un sistema fantástico. Y viene funcionando igual de bien desde siempre.
En el Paraíso, más arriba, las cosas no son muy distintas.
El ángel promedio, sin descartar tampoco a los querubines, serafines y otros seres angelicales, recibe un porcentaje en dinero celestial por cada alma que ayudó a llevar al Paraíso. Los informes, aportes de cada ángel y demás son monitoreados y regulados por el Ministerio del Trabajo Celestial. El dinero sirve a los ángeles para procurarse todo lo necesario para su bienestar, como jabón para alas, aureolas y cosas semejantes. Es un buen sistema. Mantiene a todos felices.

De vez en cuando (no sabemos cuánto sería en tiempo humano), en el Universo se hacen elecciones. En ellas se elige al próximo gobernante universal. Desde siempre se han postulado dos partidos rivales. Por un lado, se encuentra el Partido Celestialista, y por el otro lado, la Unión Cívica Infernal. Sus líderes son, como es de esperarse, Dios y Satanás, respectivamente.
Hasta hoy, el gobierno universal ha estado en manos de Dios, pero nunca se sabe quién será el próximo.

Es preciso para el votante humano el saber lo necesario para un voto justo. Así, puede hacer pleno uso de sus libertades y derechos cívicos. Para empezar, hay que anunciar que el Infierno existe. Sin embargo, no es un lugar de tormento, un río de fuego donde los humanos se queman en medio de gritos. Tampoco hace demasiado calor. El Infierno es un lugar como cualquier otro. Sin sufrimiento, por supuesto. Es una ciudad grande y bien iluminada, subterránea, donde los demonios retirados y almas condenadas pasan sus días, durmiendo, comiendo, jugando, etc. En definitiva, hacen todo lo que un ciudadano en una ciudad hace. Y Satanás es el alcalde de esta hermosa ciudad.
El Paraíso, por su parte, es una ciudad similar pero un poco menos divertida. Patios. Casas. Edificios de departamentos. Sin arpas ni aureolas, excepto, claro, las de los ángeles. Allí, los ángeles retirados y las almas redimidas hacen lo que haría cualquiera en cualquier ciudad. Comen, duermen, van a trabajar, etc. Esta ciudad tiene como alcalde a Dios.

Como vemos, ambas ciudades son casi iguales. Entonces, ¿Por qué tenemos la visión de un Infierno tormentoso y un Paraíso apacible? La respuesta es sencilla: propaganda Celestial. Estos últimos milenios, el Partido Celestialista ha venido haciendo proselitismo entre los humanos. Enalteciendo su propia imagen y haciendo mala fama al partido opositor, ha hecho uso indebido de los fondos públicos, a fin de ser reelegido para el próximo período.

Ahora bien, ¿Usted votaría a alguien que ha cometido semejante acto de deslealtad política?

Mañana es día de elecciones universales.
Piense antes de votar. Contamos con usted.
Afectuosamente,

Unión Cívica Infernal

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