martes, 3 de mayo de 2011

Efímeros

Seres mortales. Junto con la palabra, el concepto correspondiente se desarrolló durante eras en la mente de ese ser eterno. El pensamiento de un ser limitado, efímero, era extraño e irreal para su intelecto sempiterno. ¿Un ser que pasara de viviente a inanimado? Tal vez fuera posible. En busca de respuestas, dialogó con otros como él, seres que jamás habían conocido otra realidad que la existencia y que, por la misma razón, tildaron su revolucionaria idea de descabellada.
En un instante, decidió probar su teoría. Crearía un ser capaz de dejar de existir, que pasara de la vida, a la ausencia total de ella. Luego de largos y complicados experimentos, logró crear unas criaturas que creía serían capaces de llegar a dicho estado. Decidió llamarles humanos.
Los puso sobre la Tierra y esperó a ver si morían. Para calcular el tiempo (un concepto que recién ahora comenzaba a tener importancia), se basó en los ciclos del Sol y la Luna, cuya mencánica precisión le serviría para dividir la existencia de sus criaturas en días, meses y años.
Novecientos años pasaron, y los primeros humanos se reprodujeron sin pausa, sin que ninguno de ellos llegase a morir. Su creador les había concedido la mortalidad, mas no la forma de alcanzarla. Debía enmendar ese error.

Y así, ese ser eterno de esquelético rostro tomó su capa negra, su guadaña afilada, y salió al mundo a terminar lo que había dejado a medias.

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